Esa tarde mi familia estaba reunida en la sala del piso de abajo. En mi cabeza ya la llamaba "La sala de los asuntos resueltos" porque siempre que había algo que discutir, indudablemente acabábamos sentados ahí.
No había nada por discutir ese día, simplemente disfrutábamos de lo que pocas veces podíamos hacer;
sentarnos todos juntos a hablar de asuntos sin sentido. Mi madre, que siempre acaba soltándose el cabello en este tipo de reuniones está recargada en el pecho de mi padre. Disfrutando del tiempo que tienen juntos y riéndose de su pequeño nieto (mi sobrino) que disfruta corriendo de un lado a otro montádose sobre las piernas de mi hermano, su papá, y obligándolo a jugar con él.
Mi hermana intercambia divertidos comentarios con mi padre, ellos siempre hacen eso. Si les dejas de prestar atención un segundo, terminan desconcertándote completamente.
Mientras, yo observo divertida la manera en la que todo ocurre naturalmente. Como si estuviéramos completamente acostumbrados a estar aquí.
Mi madre vuelve a sacar el tema de llevarme al dentista. No puedo evitar que se me escape una sonrisa, ella siempre encuentra el momento para decirlo. Esta vez ni siquiera me molesto en decirle que no quiero ir.
Me limito a disfrutar de esto. Del momento en el que todos estamos juntos, divertidos, sin pelear por nada.
El tiempo en el que hemos estado separados nos ha enseñado cuanto valen los momentos en los que estamos juntos.
No puedo evitar cerrar los ojos y desear que sea así para siempre.
No creo haber deseado algo con tanta intensidad antes.
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